Leyendas

Teodosio de Goñi

Cuenta la tradición que en tiempo de los godos, un caballero de Goñi, don Teodosio, salió de su pueblo natal, situado en las faldas de la sierra de Andia, para luchar contra los godos. En el camino de vuelta, se encontró con el diablo, disfrazado de ermitaño, quien le sugirió que su esposa le era infiel.



Corrió Teodosio raudo a su casa y en la penumbra de su habitación distinguió dos bultos en la cama. Creyendo que eran su mujer y su amado, furioso, les dio muerte allí mismo, descubriendo con horror que había matado a sus padres. Arrepentido, acudió al obispo de Pamplona a pedir perdón, pero éste lo envió a Roma, pues sólo el Papa podía absolver tamaño parricidio. El Papa le perdonó, pero le impuso la penitencia de hacer vida de ermitaño con una cadena atada a la cintura hasta que ésta se rompiese. Así vagó Teodosio durante siete años por los montes cercanos a su pueblo, hasta que un día, estando en el monte Aralar, salió un inmenso dragón de una cueva. Invocó Teodosio a San Miguel, quien apareció venciendo al dragón, que huyó herido de muerte por una sima.



Entonces se rompieron las cadenas y Teodosio erigió allí mismo un santuario en honor de San Miguel, donde, desde entonces, se guardan sus cadenas y se venera la misma efigie de San Miguel que el arcángel le había dejado.




Herensuge

La serpiente de siete cabezas
Érase una vez un genio que se aparecía en forma de serpiente -suge significa en vasco culebra -, un gigantesco dragón de siete cabezas que vivía durante los meses de verano en la sima de Aralar. Cuando le crecía la séptima cabeza, se encendía en llamas y volaba raudo hacia Itxasgorrieta, la "región de los mares bermejos" de Poniente, cruzando los aires con un ruido espantoso, y allí se hundía.



Cuando sentía hambre bajaba a los pueblos y causaba en ellos innumerables muertes. 



La amenaza de Herensuge, el dragón-culebra, forzó durante siglos la aparición de héroes anónimos, que recurrían a la ayuda de fuerzas mágicas para vencerle cortando sus siete cabezas, liberando así a sus víctimas. Desde entonces, las centenarias hayas de Aralar conviven con el eco de multitud de fábulas. 



Narrada en distintas versiones, la historia de Herensuge constituye una de las leyendas más bellas de la mitología vasca. 



A partir de la Edad Media, su figura se cristianiza y empieza a ser relacionada con el diablo. De este modo, mitología vasca y religión cristiana se funden en la leyenda de Don Teodosio de Goñi, en el siglo VIII. 



Se cuenta que este caballero, señor de la comarca de Goñi, al volver a casa tras luchar contra los árabes, se encontró con el demonio disfrazado de ermitaño. Éste le dijo que, en su ausencia, su mujer le había sido infiel. Fuera de sí, acudió Don Teodosio hasta su casa y por error asesinó a sus padres, quienes dormían en su lecho conyugal. Para pagar su pecado, se retiró a Aralar atado con unas pesadas cadenas. 



Un día se le apareció el diablo en forma de dragón. El caballero imploró al arcángel San Miguel, quien le libró de las ataduras de penitente y le ayudó a vencer al monstruo. Don Teodosio en acción de gracias mandó construir una ermita dedicada al arcángel. Y hasta hoy pervive en Navarra el culto a San Miguel, el mensajero divino que mantiene sometido al dragón o Príncipe de las Tinieblas. 



Vencido para siempre desde hace siglos, Herensuge dormita bajo el trazado del Plazaola. A medio camino entre Pamplona y San Sebastián, su cuerpo reposa entre dos inmensos valles: al oeste, Aralar; al este, Ultzama.

Mari
Las tormentas son cosa de Mari. Según cuentan en Gorriti, Mari crea las tormentas en una cueva de Aralar. La diosa más conocida de nuestra mitología, dominadora de otros genio, se identifica al mismo tiempo con el bien y con el mal, probablemente es el respeto que suscita en muchas zonas de Euskal Herria lo que mejor la define. Mari, en cierta medida, representa la belleza, no se cansa de peinar sus largos cabellos ante el espejo, esto es un mal presagio, si se le pregunta porque se prepara de ese modo, ésta es la respuesta: " Gaur Naparrora nua iittara" (voy a Navarra a segar), esa misma tarde el granizo asolará los trigos de Navarra. Uno de sus hijos, Mikelats, será quien le ayude en este trabajo. Del mismo modo que éste se asocia al mal, su otro hijo, Atarrabi, se relaciona con el bien.



Numerosos son los pueblos de Euskal Herria que le darán noticia de Mari. En esta zona del Plazaola, son varias las acepciones que se utilizan, Aldureko Mari en Gorriti, Marimur en Leitza, Mariburute en Udabe, Andre Mari Muiroko en Arano. 



Las cuevas y las simas son las moradas de Mari. Por lo tanto cualquier cueva o sima de Aralar puede dar cobijo a nuestra diosa. Pero cuidado, no recibe a cualquier visitante, ella es quien debe invitarnos a conocer su morada. Según cuentan una mujer tuvo la osadía de robar un peine de oro de la cueva de Mari, el peine que utiliza cuando pasa largas horas arreglando su cabello delante del espejo. Mari montó en cólera, y a la mañana siguiente los campos de esa mujer amanecieron cubiertos de piedras.



En algunas zonas de Euskal Herria se asocia Mari con la sequía, en nuestro caso su presencia siempre va unida a la tormenta. A tenor de lo que dicen los de Arano, Mari manda las tormentas desde una sima de Mugiro, y al cruzar el cielo toma forma de caballo. En Leitza creen que es el puente de Maimur el lugar donde la diosa da comienzo a la tormenta, ese es el puente al que se dirige para recoger los vientos que darán lugar a los rayos y truenos. 



Estas sobre aviso, en verano, cuando viene la tormenta, acercándote al puente de Maimur o contemplando en el cielo la formación de la tormenta puede que veas a Mari, en caso contrario, lo que se es seguro es que nos ha visitado.